La Construcción de Paz y la Crisis Climática en Colombia: Soberanía Local, Resiliencia y Justicia Ambiental como Claves para la Reconciliación
- Juliana Jiménez Velandia
- 24 dic 2024
- 3 Min. de lectura
La relación entre la crisis climática y la construcción de paz en Colombia exige un examen profundo de cómo la degradación ambiental y las inequidades sociales no solo perpetúan, sino que también intensifican los ciclos de violencia y desplazamiento en el país. En un contexto donde los ecosistemas se encuentran al borde del colapso y las comunidades más vulnerables son las primeras en enfrentar las consecuencias del cambio climático, la naturaleza, que históricamente ha sido fuente de conflicto, se presenta también como el terreno fértil para posibles soluciones.
El conflicto armado en Colombia, que ha marcado la historia del país por más de cinco décadas, ha tenido una interacción compleja con los recursos naturales. Las tierras, ricas en biodiversidad y recursos minerales, se han convertido en un botín de actores armados, tanto ilegales como estatales, que han disputado el control de estos territorios, alimentando así una guerra de extracción y explotación sin contemplaciones por el futuro. Las dinámicas de poder en estas regiones, profundamente arraigadas en las estructuras socioeconómicas del país, configuran un panorama donde la sobreexplotación de los recursos naturales se convierte en una causa directa de conflicto, desplazamiento forzoso y despojo de tierras. A esta realidad se añade la creciente presión de los fenómenos climáticos extremos, que exacerban las condiciones de pobreza y marginación, dejando a las comunidades más frágiles, ya sea por su ubicación geográfica o por su vulnerabilidad económica, en una situación aún más precaria.
Sin embargo, la crisis climática también abre la puerta a nuevas formas de entendimiento y de resolución de conflictos, y ahí es donde la resiliencia local y la soberanía territorial juegan un papel central. En lugar de perpetuar un modelo de desarrollo extractivista y ajeno a las necesidades de las comunidades, se requiere una revalorización de los saberes ancestrales y las prácticas comunitarias que, durante siglos, han permitido a las comunidades rurales y campesinas de Colombia vivir en equilibrio con su entorno natural. El enfoque de la soberanía local, entendido no solo como el derecho de las comunidades a decidir sobre sus propios recursos, sino como una reclamación de justicia ambiental, plantea una visión alternativa de desarrollo. Este enfoque reivindica el poder de las comunidades para autogestionar sus territorios, desde la agricultura regenerativa hasta la protección activa de sus ecosistemas, como formas legítimas de resistencia ante las amenazas del cambio climático y las estructuras de poder extractivistas.
La construcción de paz en Colombia no puede, por lo tanto, desvincularse de la necesidad de un pacto social que reconozca los derechos ambientales como derechos humanos fundamentales. La interrelación entre la paz y la justicia climática es incuestionable: en los territorios más afectados por el conflicto, la restauración ecológica se convierte en un acto político y de reconciliación, donde las comunidades no solo sanan las cicatrices del pasado, sino que construyen los cimientos de una paz duradera. Es en la regeneración de los territorios —tierra, agua, biodiversidad— donde se encuentra la posibilidad de un pacto de coexistencia armónica, que no solo restaure la naturaleza, sino que, simultáneamente, dé a las comunidades el poder de decidir sobre su propio destino.
La crisis climática en Colombia, en este sentido, es también una oportunidad para reconfigurar las relaciones de poder que han perpetuado las desigualdades históricas y el despojo. La reconstrucción de la paz debe partir de la base de que la justicia ambiental es una condición sine qua non para cualquier tipo de reconciliación verdadera. Las soluciones, por tanto, deben ser integrales, pensadas en función de los ecosistemas, pero también en función de las comunidades que los habitan, que son tanto víctimas como actores esenciales en la creación de respuestas a la crisis.
Es imperativo reconocer que las soluciones climáticas en Colombia no pueden ser impuestas desde fuera ni desde modelos homogéneos que desprecian las realidades locales. La capacidad de las comunidades para liderar procesos de adaptación y mitigación climática debe ser una prioridad, brindándoles las herramientas necesarias para que la resiliencia no sea solo un concepto abstracto, sino una práctica vivida que transforme las dinámicas de poder y construya alternativas sostenibles. De este modo, las comunidades no solo se convierten en guardianes de la naturaleza, sino también en actores decisivos en la construcción de un futuro de paz, equidad y justicia climática.

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